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Blog del Editor

América del SurAmérica del Sur

El año suramericano, que comenzó con la terrible asunción del neofascista Bolsonaro a la presidencia de Brasil, cierra con altos y bajos. 

El pueblo de Perón, se reunificó y sacó al neoliberalismo que logró colarse en 2015, aprovechando las diferencias del peronismo. Cristina Fernández, la mejor oradora de la década, alcanza el gran objetivo de la unidad. El triunfo de las fuerzas progresista en la segunda potencia de la subregión da un nuevo aire a Nuestra América, que cuenta con otro gigante en la vanguardia, el México de López Obrador, que fue la gran noticia del cierre del 2018.

Al lado, el Frente Amplio de Uruguay perdió el poder político que tanto le había costado conquistar y que ejerció a partir de 2004. Un frente que en 1994 se ofertó como de izquierda, se desdibujó merced a un liderazgo que devino en socialdemócrata. Queda esperar que en los próximos cinco años el frente aprenda la lección, que le va a costar mucho dolor a Uruguay.

Otra vecina, la Bolivia de Evo, el país, libra por libra, más próspero de América, parecía continuar su senda de progreso y de demostración de que la izquierda gobierna mejor que la derecha, cuando sufrió una emboscada salvaje que tenía unos diez años planificándose. La derecha compró voluntades en especial de una policía y de un ejército sin doctrina patria, y una OEA que sigue siendo el operador multilateral de EEUU. Por ahora, Bolivia está en suspenso, en espera de que pronto vuelva a ondear la Whipala.

También fronterizo, Chile, vendido como el oasis capitalista de América, se ha convertido en escenario de las luchas populares mejor organizadas del continente. El indeseable Piñera, socio de Bachelet y seguidor de Pinochet, se mantiene en la presidencia solo por la anuencia de sus amos del Norte. 

Ecuador fue sacudido por el movimiento indígena que abatido a sangre y fuego debió negociar con un Moreno cuya impopularidad compite con la de Piñera. Y ahora con Duque, acorralado por un pueblo dispuesto a cambiar la historia de ese país bolivariano.

La Venezuela Boliviariana no sucumbe ni antes invasiones disimuladas en ayudas humanitarias, ni ataques cibernéticos, ni golpes de estados, ni bloqueos comerciales y sigue erguida como faro de luz, celebrando temidos foros como el vanguardista de Sao Paulo, que tanto preocupa a la derecha corporativa.

Ni para Bolivia, Chile, Colombia ni Ecuador, donde la violación de los principios democráticos y derechos humanos es pública y notoria, no hay OEA ni carta democrática. Pero hay pueblo, y ese tiene siempre la razón.


 Autor: Reinaldo Bolívar, Caracas, Venezuela

El mundo es un rompecabezasEl mundo es un rompecabezas

El Sur progresista debe tomar la iniciativa

Muere el derecho internacional

Debe aceptarse que la derecha internacional ha tenido varios planes alternos para socavar con los gobiernos progresistas, alternativos o de izquierda del Sur, cualquiera sea el nombre que quiera adoptarse por país.

Los golpes parlamentarios en Honduras y Paraguay, una de ellos; otra, la judicialización de la política como en Brasil; una muy vigente, la desideologización de la política como sucede en Uruguay y El Salvador. Ideologización que va siendo suplida por la captación de grandes masas de “apolíticos” por parte de los fundamentalistas religiosos cristianos. 

Evo y PiñeraEvo y Piñera

En Bolivia, un sangriento golpe ha sacado, por ahora, a Evo Morales del gobierno. 25 días de una violencia neofascistas con la complicidad de un motín policial y una falsa neutralidad militar –cómplices y actores-- obligó al liderazgo de la Revolución del Buen Vivir a evitar un mayor baño de sangre en la Nación.

La Bolivia de Evo, recuerda a la Libia de Gadafi. En ambos países se vivió un desarrollo humano impresionante. En Bolivia, de décadas de malos gobiernos, el último precisamente el candidato perdedor de las elecciones del 20 de octubre, que en 2004 fue expulsado por los movimientos populares. En Libia, en 1968, la Revolución Verde acabó con una situación de entrega de sus recursos a las potencias europeas. En poco tiempo, ambas revoluciones se dedicaron a empoderar a sus pueblos. Quien se precie de investigar el devenir de la historia, antes de opinar debe comparar ese antes y después en ambos países.

Una contra revolución preparada desde el mismo momento que Evo llegó al poder, ha puesto un hito en el desarrollo del mejor gobierno que ha tenido Bolivia. La clave del golpe, además de lo dicho, ha sido el de poner al frente un líder negativo representante de lo más agrio del sector empresarial y del fundamentalismo religioso cristiano.

Ante ello, el mayoritario MAS, todavía busca la vía institucional para recuperar el poder popular. Mientras que los movimientos sociales –indígenas, campesinos, obreros y mineros— se expresan por miles en las calles para recuperar su revolución y recomponer el necesario liderazgo. El tiempo indígena es distinto al nuestro.

En Chile, un mes de protestas populares, se conjugan en la exigencia de la refundación de un estado cuyos gobiernos, de derecha y centro, han sido sumisos ante la herencia constitucional de la oprobiosa dictadura de Pinochet. La protesta generalizada, cuyo motor es la juventud estudiantil, pide una Constituyente para hacer de Chile un país de todos, pero pide mejoras para ya y no compra de tiempo por un gobierno continuista del pinochetismo, como lo han sido todos desde que salió Pinochet de la presidencia, mas no de la comandancia en jefe de las represoras fuerzas armadas. 

Contra ello, Piñera, que a diferencia de Evo, cuenta con el visto bueno imperial, de sus pares del Grupo de Lima y con las fuerzas represivas y ante  la audacia de las fuerzas populares que no caen en el juego de la “negociación” –con el cual sedujo Macron a los Chalecos Amarillos— apuesta todo a la represión total y a la criminalización de la protesta. Piensa que mientras aquella carezca aún de un liderazgo central, puede atomizarla y dormirla.

Ambos pueblos tienen la palabra. El exitoso Evo sale para evitar la masacre de un pueblo; el fracasado Piñera se queda para matar al suyo.


 Autor: Reinaldo Bolívar
Venezuela
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