La romantización de las relaciones amorosas entre parejas interraciales
En relación a los dos últimos textos que Afroféminas ha publicado sobre las relaciones interétnicas, decidí escribir este texto para compartir mi experiencia sobre el amor. Vengo de una familia interracial: la familia de mi madre es negra, la familia de mi padre no. Mi padre es un hombre blanco. Mis tíos y tías, hermanos de mi madre, tienen parejas blancas. Nosotrxs —mis primxs y yo como tercera generación— somos producto de esas relaciones interraciales. Las fotos familiares que solía compartir en redes sociales eran celebradas por mis contactos porque podía verse una gran variedad de tonos y colores: posábamos ante la internet como una familia diversa, multicultural. Por mi parte, puedo dar fe de lo conflictivo que es —y sigue siendo- haber nacido en una familia con ambas herencias. Nuestras familias nucleares y extensas, pese a tener miembros negrxs, no están eximidas de racismo. Poner el tema sobre la mesa es problemático, casi sacrilégico.
Existe la creencia de que el racismo se acaba cuando las razas se mezclan, cuando los grupos se integran. Sin embargo, el hecho de que las personas de diferentes razas compartan espacios, de que socialicen a través de una amistad o que se enamoren, no es garantía de que las tensiones raciales dejen de existir. Los incipientes estados nacionales en Latinoamérica, pusieron en circulación el discurso del mestizaje para generar una identidad homogénea dentro de los límites territoriales de los países. Se alentó a los sujetos a integrarse cultural y socialmente, y se desconoció de manera deliberada la diversidad preexistente de las poblaciones que ya habitaban Abya Yala. Anclarse en lo negro o lo indio resulta indeseable porque implica atraso e incivilización. Los territorios afroindígenas fueron saqueados, así como también las mentes fueron colonizadas. Ser menos negrxs para ser aceptadxs. Progreso, desarrollo y modernización, fueron los pilares que sostuvieron al mestizaje como ideología.
Teniendo en cuenta este contexto, no es sorprendente que nuestras madres y padres decidieran unirse con lo blanco para “ascender” social y económicamente. En las familias todavía se oyen comentarios que halagan a lxs primxs más clarxs y, aún, existen primas que se alisan el pelo. Tampoco es sorprendente que las nuevas generaciones negras crean que vincularse afectivamente con personas blancas/mestizas sea la solución a todos los problemas, que interiorizen las narrativas de los adultos y que repitan sus historias.
¿Cómo sucede? ¿Cómo es que las personas blancas se interesan por las negras? ¿Cómo se interioriza la creencia de que “se mejorará la raza” con alguien blanco? ¿Por qué un cuerpo blanco para nosotras puede ser atractivo? Mi hipótesis es que la exotización es un mecanismo de seducción común en las relaciones interraciales y que funciona como estrategia de conquista. La exotización, es decir, la exagerada exaltación de las cualidades físicas es una manera deshumanizada de relacionarse con lxs negrxs. Esto lo puedo afirmar con todo el conocimiento de causa, he tenido parejas sexo-afectivas que al comienzo de la relación se maravillan por mi origen, les encanta mi pelo, mi piel “canela” y mi acento: “tu belleza es exótica”, me dicen. Estos halagos que realmente son insultos pertenecen al entramado cultural que legitima que la negritud está debajo de lo blanco, no sólo en términos estéticos sino también en todos los aspectos posibles de la vida humana.
“¡Cuidado, Valeria!”, me repito a mí misma cuando me hallo frente a un Casanova blanco. Hombres tremendamente agresores, machistas y racistas, que se ofenden por la forma en la que hablas, la forma en la que te mueves, les incomoda como vistes, odian lo que eres. Hombres seductores que recurren a la violencia psicológica y física para obtener control sobre ti. Creen que porque eres una mujer negra, eres una mujer caliente, sexualmente insaciable. Que vas tras todos los hombres del mundo, que quieres sembrar discordia entre sus familiares y amigos, tampoco dejas libres a los deconocidos, “te encanta que te miren”. La violencia en el noviazgo es un tema recurrente dentro de las discusiones feministas, ahora, me gustaría poner en la mesa de debate la especificidad de la violencia machista/racista que las mujeres negras vivimos en las relaciones interraciales.
La exotización proveniente una pareja mestiza o blanca suele ser atractiva para nosotras porque, al comienzo, nos endiosa, nos hace sentir únicas, amadas, admiradas y deseadas. Por supuesto que es atractivo, -¡cómo no lo va a ser!- las mujeres negras crecemos creyendo que encarnamos la fealdad. La publicidad, la televisión, el cine, la escuela, todo, nos señala que somos feas, grotescas, poco finas e incivilizadas. Preguntémonos por el deseo y su funcionamiento. ¿Cómo es que los gustos, las pasiones y los deseos nos movilizan? ¿Por qué unos cuerpos son más deseados que otros? ¿Por qué deseo a quien deseo? ¿Le gusto al otro por cómo soy o por la imagen que tiene de mí?
Si bien, las respuestas pueden ser amargas, realizar este proceso de autorreflexión sobre nuestra vida amorosa, sexual y afectiva nos arrojará información muy importante sobre cómo el racismo opera en las decisiones comunes de la gente, cómo es que hemos interiorizado un sistema que dirige los afectos hacia lo blanco y lo masculino. Hermana negra, un hombre racista o machista no dejará de serlo sólo porque sienta amor por ti. Bajo el mandato del amor, las mujeres hemos sido borradas de la historia, bajo el discurso del amor las mujeres negras e indias del mundo hemos trabajado gratuitamente, obnubiladas cedemos nuestros proyectos de vida, inclusive, ni siquiera imaginamos uno. Sin embargo, hermana negra, el amor puede ser un ejercicio revolucionario, en palabras de Audre Lorde, “un acto político de resistencia”.
Podemos ser conscientes de a quien o quienes les entregamos tiempo y atención. El amor no es universal en tanto cada grupo social en el tiempo y en el espacio ha construido sus formas culturales de amar. El amor no es como lo pintan, podemos elegir a quien amar, conscientes y politizadas, podemos hacer a un lado las presiones estructurales del racismo para amarnos entre hermanxs. Si pensamos a fondo, se ha restringido lo afectivo y lo sexual a una pareja, pero el amor es mucho más extenso: existen amigas y amigos, familiares, mascotas, proyectos, qué sé yo. La discusión da para mucho más.