Ataques a Belgrado
Autor: Elson Concepción Pérez
Era 1999 y el jefe de la alianza bélica, el español Javier Solana, sin haber consultado a la ONU ni tener la anuencia del Consejo de Seguridad, decidió, por orden de Estados Unidos, lanzar los más criminales ataques aéreos contra la entonces República de Yugoslavia
Vale la pena, en tiempos y escenarios como los que estamos viviendo, recordar acciones que llevaron al mundo a invasiones, bombardeos, ocupación de territorios y a otras formas de genocidio, para imponer la «ley del más fuerte».
Me llamó la atención que en la actual reunión de ministros de Exteriores europeos y la OTAN, en Bruselas, el pasado 24 de marzo, se instó a que su entidad comunitaria y la OTAN actúen contra Moscú.
«Tenemos que contener a Rusia, echar hacia atrás a Rusia… y eso es muy importante hacerlo en el marco de nuestra asociación con la OTAN», declaró, el alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, según reportes de EFE.
Por su parte, el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, aseguró que, tanto la UE como la OTAN, «afrontan los mismos desafíos con Rusia». Y advirtió: «Ni la OTAN ni la Unión Europea tienen todas las herramientas para responder, pero juntos podemos».
No haría falta decir mucho más sobre la reunión y el ambiente antirruso que allí se respira.
Vale recordar, entonces, un hecho que sentó particular precedente en las relaciones internacionales: la guerra contra Yugoslavia.
Era 1999 y el jefe de la alianza bélica, el español Javier Solana, sin haber consultado a la ONU ni tener la anuencia del Consejo de Seguridad, decidió, por orden de Estados Unidos, lanzar los más criminales ataques aéreos contra la entonces República de Yugoslavia.
Fueron 78 días y noches de salvaje embestida contra una nación que vio morir masacrados a más de 3 000 de sus hijos, y padecer, todavía hoy, las graves consecuencias del uranio empobrecido empleado en las bombas allí lanzadas.
Datos oficiales estiman que durante los bombardeos, que tuvieron lugar del 24 de marzo al 11 de junio de 1999, la OTAN lanzó un total de 2 300 misiles contra 990 objetivos, casi todos civiles, además de 14 000 bombas y entre diez y 15 toneladas de uranio empobrecido.
Los ataques contra Belgrado, por cierto, aprobados por el gobierno estadounidense del demócrata Bill Clinton, constituyeron la más elocuente muestra de cómo Estados Unidos y sus aliados de la OTAN dinamitan a su antojo los cimientos de la arquitectura mundial, ignoran a la onu y a su Consejo de Seguridad, y constituyen un eslabón principal en el afán imperialista de destruir el mundo multipolar.
Lo que ocurre hoy, cuando se desafían las relaciones entre países y los acuerdos multilaterales, es señal inequívoca de tal pretensión.
La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, María Zajárova, expresó que el resultado de la reciente reunión de los cancilleres de los países de la OTAN no trajo ninguna sorpresa, sino «una vez más la incapacidad de dar sentido a la existencia futura de la alianza y de formular una agenda positiva», al coincidir todos en la necesidad de seguir considerando a Rusia como el principal desafío a la seguridad de Occidente. En su opinión, la OTAN sigue justificando un aumento del financiamiento para sus acciones bajo el pretexto de la mítica agresión de Moscú, y denunció que el bloque ha ido incrementando su potencial militar, como nunca antes desde la Guerra Fría, sobre todo, dijo, en lo que ellos llaman su flanco oriental.
Lo sucedido la pasada semana en Bruselas, y los planes, sanciones y amenazas contra Rusia, son parte del entramado imperial, proclive a repetir una próxima vez.
