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Investigaciones

Las Relaciones de cooperación entre África y Nuestra América.

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Las Relaciones de cooperación entre África y Nuestra América*.

Autor: Carmelo Micha Nguema
Guinea Ecuatorial

Un análisis de las potencialidades de África, América Latina y el Caribe. La política, la cultura, la economía. ¿Por qué estas regiones aún no dan el paso definitivo hacia la cooperación mutua? 

I. Introducción 

Las relaciones entre los hombres han sido siempre, es y será una manera de visibilizar la interdependencia dentro de las diversas interacciones de coexistencia y de convivencia para el buen desarrollo de cualquier comunidad o sociedad.

Por esta razón, la actual jornada reflexiona acerca de una particularidad que se da entre dos regiones del globo terrestre (UA-CELAC) que, pese a sus enormes potencialidades humanas, materiales naturales, y de haber sido actores indirectos de proporcionar un insumo activo – el esclavo – durante más de cuatro siglos, cuyo resultado fue el desarrollo de la industrialización de los países que hoy constituyen el centro, mientras que los mismos han sido relegados a la denominación de periferia, mientras las mismas no encuentran, por de momento, mecanismos sustentables de desarrollar una cooperación a nivel birregional.

II. Objetivos.

El objetivo de esta ponencia es analizar las potencialidades de las dos regiones en diferentes ámbitos, para luego tratar de hallar respuesta al interrogante de por qué no ha sido articulada hasta los momentos una real cooperación “de beneficio mutuo”. 

III. Conceptualización.

Cooperación. 

Adquiere gran importancia a los efectos de la presente ponencia considera, aunque como breves esbozos, ciertos conceptos relacionados a su temática que en la presente vamos a tratar. Uno de los primeros de estos conceptos es el de la “cooperación”.

Si bien es cierto que se trata de concepto cuya temática es tan antiguo como la naturaleza misma del hombre, que hunde sus raíces en el afán de supervivencia y de superación constantes antes los grandes dilemas que, de forma conjunta, ha tenido que hacer frente en su compleja trayectoria desde los albores de la historia hasta nuestros días; sin embargo, no le ha restado la oportunidad de conocer metamorfosis en el transcurrir del tiempo, motivado por el interés despertado en determinados actores que, al interactuar, han encontrado en ella un instrumento necesario de supervivencia conjunta, de manipulación mediantica y constante, de dominio y, por qué no, de creación de condiciones de desarrollo, o de estancamiento en el crecimiento, hasta devenir un instrumento de control de ambientes y resultados que permite a reducidos número de actores fijar agendas a su favor a nivel internacional, regional, subregional y local.

De ahí que el dinamismo sui generis de la cooperación en su recorrido han dado forma al actual panorama del sistema internacional de naciones, condicionando las relaciones e intereses de los actores. 

Es menester reseñar que la cooperación desde la década de los 70 del siglo XX, que coincide con el surgimiento con toda fuerza de la teoría de la interdependencia, ha ido de la mano de otro factor influyente, cual es la “ayuda”, sea mutua, sea en bajo una consideración técnica, sea condicionada, destacando esta última modalidad. Lo que, a su vez, ha dado lugar a las diferentes adjetivaciones de la cooperación, tal como es la “cooperación internacional para el desarrollo”, muy extendido una vez finalizada la II Guerra Mundial, que lo escalonó a una cima: “cooperación como ayuda vinculada a intereses estratégicos”1, tanto sea bilateral como multilateral, claro ejemplo del Plan Marshall de 1947 (Palomares Lerma, 2009), pero con mayor acento en las relaciones bilaterales Norte-Sur por parte de las superpotencias, convirtiéndose en una herramienta incluso de control político.  

Siendo así ¿Qué es la cooperación internacional?  

La cooperación es entendida como relaciones producidas a través de las fronteras de los Estados, por medio de acuerdos, convenios, contratos, o de otra naturaleza de interacciones controladas por órganos centrales de la política exterior de cada gobierno con base a sus intereses, o en base a la convergencia de intereses colectivos; una suerte de pretensión de inclusión tanto de lo político, como de los social, económico-comercial, ideológico, cultural, etc.

Ahora bien, por qué se refiere interesa realizar un tratamiento singularizado a la cooperación entre África y el conglomerado que constituye la Comunidad de Estados Latino Americanos y el Caribe (CELAC). La razón hay que buscarla en la lógica interpretativa de la concepción clasista de la estructura de la sociedad internacional que, aun considerada globalizada, no se ha desprendido de las raíces de la bipolaridad en su visión de las vinculaciones Norte-Sur. 

Hacer mención de la palabra estructura conduce a la idea de un orden establecido con la presencia de elementos diferentes e interconectados” interpretativo de niveles múltiples y desiguales, pero interdependientes. Es una yuxtaposición de conceptos tales como orden-jerarquía-desigualdad-dependencia mutua, son variables inherentes al concepto estructura; mientras que la misma estructura internacional deviene de esta forma un conjunto de interacciones entre actores estatales en las relaciones internacionales generadoras de la dependencia y del subdesarrollo, connotando la presencia clara de desigualdades entre Estados que condiciona los modelos y formas de interrelacionarse y, por ende, de cooperar. 

Por tanto, la cooperación, en el seno de esa estructura internacional globalizada se entiende como la necesidad de proclamar y de reconocer la importancia del principio de solidaridad de los Estados, por medio del cual los problemas a que el mundo tiene que hacer frente son problemas comunes a todos los hombres y extrapolados al ámbito estatal, que superan las barreras de las fronteras nacionales, una especie de “unidad natural. Pero, a pesar de ello, apreciado desde la lente estructural globalizada la cooperación no ha sido ni está siendo funcional, debido fundamentalmente porque se la hace operar desde el vértice del poder, de donde, los actores que disponen del poder – en toda su interpretación y elementos constitutivos materiales e inmateriales – dictan reglas de juego a nivel global en el sistema internacional, implicando su subsiguiente control acomodado a sus pretensiones; y dentro de cuyos límites se mueven en su conjunto. 

Brucan dirá que la cooperación hace mención a “las capacidades y las relaciones de poder que prevalecen en el sistema en un determinado momento y que determinan el carácter de la pauta de las relaciones entre naciones y, de tal manera, la naturaleza del sistema internacional. Es decir, la cooperación vista como el vehículo al servicio de los intereses de las clases estatales dominantes.

No obstante, a pesar de lo anterior, y tomando en cuenta la realidad del dinamismo, la cooperación ha posibilitado, más allá de las teorías de la dependencia, el desarrollo de relaciones por medio de las cuales, ciertos actores ha visto como la puerta abierta para erosionar la estructura internacional dominante y, hasta cierto nivel, provocar alteraciones en el sistema, no necesariamente en sus componentes más estáticos, sino en los que fueron susceptibles de dinamismo, y que fueron ponderados a la variable de distribución de poder (Barbé Esther).

Siguiendo a Barbé, la cooperación se puede entender también como el grado de fiebre del termómetro aplicado al sistema llamado sociedad internacional, caracterizado en encontrarse en un nivel bajo de conflicto de intereses nacionales, que posibilita a constitución de espacios que permitan la construcción de la armonía al fundirse, mediante los deseos de integración, los diversos intereses existentes en uno solo, dando lugar a un interés nuevo, y facilitando la desaparición de la lógica de guerra y de competición negativa, en pro de nivel de cooperación en el que los actores perciben la necesidad de coordinar sus intereses y “necesidad y carencias”; como fue el modelo al que recurrieron los países en vías de desarrollo, el Sur, con la mancomunidad de intereses que justificaba el manejo de la realidad compartida ante problemas y desafíos comunes. Se trata de propósito y principio de la cooperación, recogida en la Carta de las Naciones Unidas, artículo 1.3: donde se propone “Realizar la cooperación internacional en la solución de controversias internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario (…)”.

En fin, se entiende así la cooperación internacional como resultado de un cálculo racional y una obligación jurídica internacional, creadora de mecanismos de coordinación y de consulta, que reconoce para los actores – implicados – la existencia de intereses, objetivos y necesidades similares o complementarias; la distribución equitativa de costes, riesgos y beneficios; la confianza en que la otra parte cumplirá con sus obligaciones; y, finalmente, dar respeto a la reciprocidad y a la confianza mutua.

 

Cooperación Sur-Sur. Aproximación a una cooperación Unión Affricana-CELAC

La cooperación Sur-Sur es una modalidad de la cooperación internacional que puede ser bilateral o multilateral desarrollada en el contexto geográfico que en el sistema internacional se conoce como el Sur, cuya pretensión es desarrollar una forma de auto-cooperación entre el llamado Tercer Mundo, o utilizando el eufemismo de países en vías de desarrollo, que, a su vez, comprende en su seno diversas subclasificaciones según niveles de desarrollo industrial alcanzado por cada uno de los actores que conforman su unidad, siendo la más generalizada la distinción entre países menos adelantados y países de economías en transición.

La tendencia subclasificatoria no ha constituido, sin embargo, obstáculo alguno para que entre los actores políticos del Sur entablaran mecanismos, formas y estrategias de desarrollo ante necesidades, problemas y desafíos comunes o, al menos, similares. Lo cual, a nivel comparado, ha dado resultados que superen las expectativas.

De este modo, aun cuando con el término haga mención a un grupo de países no homogéneo por sus diferencias socio-económicas y político-culturales, tanto entre sus contextos locales como en los ámbitos regionales, subregionales y birregionales, se tiene como común denominador el haber sido territorios bajo algún tipo de dominación colonial y que hoy forman la llamada Periferia (Gladys Lechini), y no ajenos a deseos de dominio neo pretéritos, y que se encuentran en Asia, África y América Latina siguiendo la clasificación conjunta de Buchrucker, Dawbarn, Saborido y Ferraris.

Los condicionantes impuestos en las relaciones Norte-Sur para que los países en desarrollo accedieran a créditos en el mercado que, en vez de favorecer como facilitadores del desarrollo, fueron el hilo cultivador del estancamiento, motivó al Sur a la búsqueda de soluciones propias y, una de ellas, fue la gestación de la Cooperación Sur-Sur mediante la resolución 33/134, del 19 de diciembre de 1978 sobre Cooperación Técnica entre Países en Desarrollo (Plan de Acción de Buenos Aires) en pleno conflicto bipolar; y reencarnado, tras la caída del sistema bipolar entre 1989-1991, en la resolución 64/222, del 21 de diciembre de 2000 sobre Cooperación Sur-Sur (Documento final de Nairobi de la Conferencia de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre Cooperación Sur-Sur).

Ambas resoluciones fueron concebidas –cada ajustada en un periodo determinado pero bajo los mismos lineamientos y metas – como instrumentos básicos para promover la cooperación internacional y establecer el Nuevo Orden Económico Internacional; mediante el esfuerzo encaminado hacia los siguientes objetivos, entre otros: a) Fomentar la capacidad de los países en desarrollo para valerse de medios propios (autosuficiencia), mediante el aumento de su capacidad creadora para encontrar soluciones a los problemas de desarrollo en consonancia con sus propios valores, aspiraciones y necesidades especiales. b) Promover y reforzar entre los países en desarrollo la capacidad y autosuficiencia colectiva para valerse de medios propios intercambiando experiencias, compartiendo y utilizando recursos, combinados y desarrollando capacidades complementarias. c) Fortalecer la capacidad de los países en desarrollo para identificar y analizar colectivamente los principales problemas con que tropiezan en su desarrollo y para formular políticas y estrategias necesarias para dirigir sus relaciones económicas internacionales (base inspiratoria del Foro Birregional América del Sur-África (ASA), que puede igualmente constituir la base de inspiración del neobirregionalismo Unión Africana-Comunidad de Estados Latino Americanos y el Caribe, de conformidad a sus desafíos y amenazas comunes, y explorando y explotando sus potencialidades), y que permitió a apertura de compuertas para serios cuestionamientos como los señalados por el tratadista Carlos D. Martin Faus (2015), quien en su tesis doctoral titulada “La Cooperación Sur-Sur y el Desarrollo del Sur global”, examina entre otros indicadores los niveles de implementación de la cooperación técnica en el seno del Sur, y si tal cooperación técnica es rentable considerada desde los resultados que se obtienen.

Por su parte, el economista egipcio Samir Amin, en su obra África en el contexto internacional. Las Relaciones entre África y América Latina, asevera que la nueva África, la de los estados descolonizados, es frágil por la herencia miserable que esta descolonización le ha legado. El discurso dominante atribuye la responsabilidad a la “madurez insuficiente” de esas sociedades, bajo el sobrentendido de que fueron rápidamente descolonizadas, pasando por alto la verdadera causa del drama africano: el mercado, que opera como fuerza centrífuga, desintegradora, y con consecuencias más marcadas. Superar esos obstáculos requiere que los gobiernos desarrollen sistemas productivos coherentes con el apoyo de la sociedad civil.

Bajo esa óptica, Amin encuentra que ha llegado el momento de mirar hacia otras metas fuera de los medios de gestión conflictos - no enfocados en el desarrollo – producidos por la exclusión programada del Sur del concierto de las naciones. Y, para ello, la única alternativa es y pasa por la cooperación Sur-Sur, en tanto única forma para desconectarse de la cooperación Norte-Sur, y el camino para derrotar los monopolios que constituyen los medios por los cuales el imperialismo perpetra su dominación. 

De este modo, Amin concluye que: el Sur no se encuentra en la misma situación que tenía en la época de Bandung (1955), desprovisto de medios de desarrollo autónomos. Puede desde ahora arreglárselas sin el Norte y desarrollar formas múltiples de cooperación cultural, económica comerciales y tecnológicas, y remarcando el comienzo de un segundo Bandung, de geometría variables. (…) El desarrollo de la cooperación Sur-Sur ocupa un lugar central en la construcción de una auténtica alternativa a la mundialización imperialista. No sin mencionar la necesidad de tomar en cuenta las potencialidades de cada región.

Ahora bien, cabe tonar nota del hecho de que, las proposiciones del egipcio Amin no han sido, sin embargo, tomadas en cuenta por el Sur en cuanto que, ni la resolución 33/134, del 19 de diciembre de 1978 sobre Cooperación Técnica entre Países en Desarrollo, ni la resolución 64/222, del 21 de diciembre de 2000 sobre Cooperación Sur-Sur, tampoco ninguna otra, se han desligado de los vínculos con el Norte, al reconocer e incluir el añadido de “cooperación Sur-Sur y Triangular”, donde el vértice que completa el triángulo lo constituyen tanto los actores gubernamentales del Norte, como sus instituciones económico-financieras y empresariales, incluidas las no gubernamentales para desarrollar la cooperación, y servir de puentes para el financiamiento de proyectos y programas que el Sur no pueda hacer frente. 

Además, las mismas, a pesar de su importancia, dado sus objetivos y principios, clara y explícitamente reconocen que no servirán como instrumentos para desentenderse de la cooperación Norte-Sur. Esto, acaban teniendo un impacto limitante desde su entrada, siendo en última instancia, “instrumentos no para promover la cooperación internacional y establecer el Nuevo Orden Económico Internacional, sino para un neo formalismo del multilateralismo económico-financiero limitante y controlador del desarrollo del Sur”.

¿Cuáles son esas potencialidades? 

Precisamente, la ayuda al desarrollo se había presentado al concluir la Segunda Guerra Mundial como una gran oportunidad única para dar una nueva forma al sistema internacional por medio del libre mercado para que jugara el papel central de regular el comercio y los accesos al capital para, de esa forma, garantizar el crecimiento económico y el desarrollo de los países del sur como resultado natural de las interacciones del mercado. 

La intención era reducir la ayuda pública a fin de que sólo se hiciera presente en casos de no existir la inversión privada o de haber fallos en el mercado (Palomares Lerma, 2009). Pero, sin embargo, bien se sabe que esas intenciones no se realizaron. Pues nuestros países – catalogados de gran potencial de riesgo e inestabilidad político-económica – nunca accedieron con facilidad a créditos del capital privado y de la banca internacional sin duros condicionantes onerosos como compensación al “alto nivel de riesgo”, que los hacía retroceder al estado colonial. Lo cual aconsejaba a los países en desarrollo buscar mecanismos propios para articular una cooperación entre ellos que hiciera frente a tal situación de lucha contra el estancamiento, la pobreza y la dependencia; siendo el primeros hitos las resoluciones 33/134, del 19 de diciembre de 1978 sobre Cooperación Técnica entre Países en Desarrollo, y la resolución 64/222, del 21 de diciembre de 2000 sobre Cooperación Sur-Sur que, a pesar de sus posibles inconvenientes en su concepción, los cuales no ajenos a las influencias que desde su centro de operaciones y de preparación se ven sujetos, no han desistido en su papel de intentos de conducir la cooperación en el mundo actual, globalizado o mundializado que, con su alto déficit de desarrollo económico y social, con mayor incidencia en el desarrollo humano y en su marginación, deben servir de guía al Sur para erradicar la pobreza y contrarrestar los déficit de desarrollo por medio de la articulación de mecanismos de cooperación Sur-Sur, y emparentar la globalización con la interdependencia en el desarrollo económico-comercial-financiero y social, no sólo para cuestiones de seguridad y de terrorismo internacional, dado que, si la sociedad es globalizada, sus problemas, altibajos, deficiencias y desafíos también han de ser globales. 

IV. Indicadores de las potencialidades birregionales.

El concepto potencialidades, plural de potencial, hace alusión a aquellos que, en el contexto de las relaciones interestatales, resalta los puntos fuertes que dispone un actor o bloque de actores (UA, MERCOSUR, CEEAC, CELAC, sólo por citar) en relación a factores humanos, técnicos, recursos naturales, geográficos, arquitectónicos, etc., para poder llevar a cabo unas relaciones en posición ventajosa, se suele, mucha veces, extrapolarse, en comprensión, a los principales indicadores socioeconómicos.   

Indicadores de potencialidad.

Para el caso concreto del espacio birregional África/CELAC, las principales indicaciones que sirven de seña de potencialidad son, entre las tantas:

Mayor de población joven, y mayor tasa de crecimiento de la población por las altas tasas de natalidad (más del 80% de la población joven mundial). 

Aglutinan las principales materias primas del planeta (petróleo, gas natural, minerales diversos: oro, diamantes, coltán, uranio, litio, tierras raras, magnesio, cobre, torio, hierro).

Recursos marítimos y su biodiversas.

La autopista natural marítima, el Océano Atlántico para el desarrollo del transporte, aunque ninguno de sus países sean una potencia talasocrática. Pero que es un espacio oceánico de alto valor compartido. Potencial de desarrollo pesquero.

Mayor biodiversidad terrestre.

Riqueza hídrica (los ríos Nilo, Congo, Amazonas) y sus faunas.

Selvas vírgenes y sus variedades de flora.

Especies animales, aves y reptiles únicos y exóticos vivientes.

Potencial turístico natural, religioso, arqueológico muy vinculado a la Humanidad. 

¿Por qué no existen pasos de para una cooperación birregional de mutuo beneficio a pesar de las fortalezas enumeradas?

Es conveniente reconocer que importantes esfuerzos se han desplegado, y pasos se han dado, el planteamiento mismo de la presente reflexión que en este espacio se está llevando a cabo ya constituye, de por sí, un importante paso. Entre estos pasos se encuentra la Reunión Ministerial de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZOPACAS), o Foro para la Defensa del Atlántico Sur, un mecanismo de cooperación birregional de cooperación más antiguo actualmente existente, creado en 1986 por la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas 41/11 del 27 de octubre de 1986,  donde participan 24 países  de África2 y de América del Sur con costas sobre el Atlántico. Pero, sin lugar a dudas, un puesto de excelencia es el ocupado por el Forro Birregional de Cooperación África-América del Sur (ASA), conformado por medio de la representación aglutinadora de cada región, Unión Africana (AU) y la casi extinguida Unión de Naciones del Sur (UNASUR3), hoy en el altar de la indefinición y petrificada como un megalítico invisible del que, con el transcurrir del tiempo, el propio olvido puede resultar un eufemismo aceptado ante un tabú despectivo abrasador. Lo cual demuestra que, lo que se necesita es tanto dar pasos, sino dar firmes, fiables y encaminados a horizontes definidos, mesurables y alcanzables. 

Innegablemente, otros pasos están teniendo lugar cada vez, y de forma creciente, a nivel bilateral, pero requieren el inexorable acompañamiento de un mayor aperturismo y de creación de condiciones oportunidades viales y garantes de inversión para cualquier tipo de operadores económico y emprendedor. Sí cabe afirmar que, por de momento, son mínimas, dado que, en términos generales, sigue habiendo pocos acercamientos reales en los ámbitos de cooperación económico comercial; y las mismas iniciativas político-gubernamentales deben orientarse a hacer efectiva la diplomacia económica, dado que, presumiblemente, la diplomacia política está consolidada por medio de excelentes relaciones de amistad. 

No obstante, si hasta la fecha los balances de los intercambios siguen siendo no negativa, sino algo inexistentes, en una gran proporción entre los 86 Estados agrupados en el seno UA-CELAC, es porque “No quieren”. Pero, ¿Qué caracteriza a ese “No querer”? es persistente posicionamiento en expresar deseos de alcanzar metas a las que no están dispuestos – en el sentido material y tangible – a asumir costes-riesgos políticos y sus amenazas que, en ciertas circunstancias son factibles y asociadas a los mismos; pero también se destaca la falta de iniciativas en la implementación de los instrumentos suscritos. 

Para ello, pensamos que se requiere una mayor y creciente interpenetración que favorezca el mutuo conocimiento de sus diferentes realidades e idiosincrasias propias de cada hábitat político-social, y que sean capaces de tener en sus debilidades, carencias y deficiencias, llámese los indicadores de subdesarrollo, las oportunidades de inversión y, ante todo y sobre todo, no como ecuación mágica, tomar conciencia del tipo de clase social a la que están catalogadas en la estructura de la sociedad internacional, por medio de la que, la cooperación Norte-Sur, desde los inicios de la nueva estructuración de la sociedad internacional, una vez finalizada la Guerra Fría, hace de esa a interacción un potente instrumento de dominación.

Cabe señalar el dato curioso de que, sin embargo, con las tensiones siempre presentes en las relaciones Norte-Sur, la pirámide está invertida con respecto lo que se observa en las relaciones Sur-Sur, con tensas relaciones políticas, pero con excelentes relaciones económicas (Norte-Sur). De modo tal que, tanto multinacionales como las grandes transnacionales del Norte, operan más en el Sur, donde, geopolíticamente tiene controlado la producción de las materias primas del Sur. Mientras que, a las excelentes relaciones políticas entre Sur, no se ven compensadas en los intercambios económico-comerciales.

¿Se puede lograr el objetivo? La respuesta es sí, por medio de la cesión, por parte de la política, al protagonismo económico comercial mediante regulaciones que no socaven las metas sociopolíticas de los gobiernos, y que permitan reflejar la homogenización del PIB en el desarrollo de los indicadores sociales proporcionalmente. Lo cual requiere potenciar las capacidades nacionales internas, y brindar mayores oportunidades a las iniciativas internas del Sur.

¿Cuándo será viable ese objetivo? Cuando entre ambas regiones se registren los mayores socios económicos entre sus países. 

IV. Conclusión.

Una reflexión superficialista acerca del por qué la Unión Africana y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y El Caribe en general, y de sus actores económicos, de manera más reduccionista, aún no dan el paso definitivo hacia la cooperación mutua beneficiaria, podría sumergirnos aún más en las profundidades de la actual situación de inmovilismo y de falta de acción, según lo que se puede apreciar como desperdicio de sus potencialidades.

Se trata de poner atención en el hecho de que se está ante una batalla cultural que trasciende cualquier análisis simplista de la lógica del mercado, y que se enfoca, como fundamento, en la estructura de la clasista de la sociedad internacional globalista que, a su vez, hunde sus raíces en el periodo de las conquistas, de la parcelación feudalista de la Conferencia de Berlín del resto del planeta y del bipolarismo.  

Es precisamente esa batalla cultural, que va de la mano inseparablemente del Derecho de Conquista, traducido en ejercer, por una parte – a pesar de las independencias cuasi políticas concedidas – como propietarios únicos y absolutos de cuantos recursos estratégicos haya en las tierras conquistadas y, por otra parte, imponer la cultura del Norte-dominador que se ajusta a los designios del conquistador, y que responde estratégicamente (su visión del mundo, del hombre, de la familia, del matrimonio, de la religión, de la política, de la organización de sociocultural, de lo económico comercial y financiero) a sus intereses vitales a las naciones y pueblos conquistados.

Ante ese panorama, el Sur como sustrato que representa la clase baja, el antiguo proletariado, debe estar dispuesto a afrontar y asumir los riesgos y desafíos, y pagar el coste exigido; fuera de esa toma de conciencia, debe conformarse con organizar sus encuentros políticos, adoptar brillantes decisiones, dar grandes declaraciones, suscribir cuantos instrumentos se pueda, pero, al final, no implementar nada. 

 

1En 1950 se aprobó el conocido como Manual Security Act (MSA), que vinculaba la ayuda a la firma de acuerdos defensivos o la pertenencia a las alianzas militares impulsadas por Estados Unidos, al establecimiento de bases militares a al apoyo de regímenes políticos afines.

2 Argentina Brasil y Uruguay, Angola, Benín, Cabo Verde, Camerún, Congo, República Democrática del Congo y Costa de Marfil, Gabón, Gambia, Ghana, Guinea, Guinea Bissau, Guinea Ecuatorial, Liberia, Namibia, Nigeria, Santo Tomé y Príncipe, Senegal, Sierra Leona, Sudáfrica y Togo.

3 El viernes 22 de marzo de 2019 se asistía a la muerte formal y material de la UNASUR, con la firma en la Ciudad de Santiago de Chile, Chile, del Acta Constitutivo del Foro para Progreso y Desarrollo de América Latina (ProSur), cuya pretensión es “promover el diálogo directo y franco, sin ideologías ni burocracias”. 

A la firma asistieron los presidentes de Argentina, Mauricio Macri; de Brasil, Jair Bolsonaro; Chile, Sebastián Piñera; Colombia, Iván Duque; Ecuador, Lenín Moreno; Paraguay, Mario Abdo Benítez; y de Perú, Martín Vizcarra; los Vicecancilleres de Bolivia, Carmen Almendra, y de Uruguay, Ariel Bergamino; el Embajador de Guyana en Chile, George Talbot, y el Embajador de Surinam en Cuba, Edgar Armaketo. 


 *Ponecia presentada en el Foro sobre las relaciones de cooperación entre África y Nuestra América que se efectuó el 15 de octubre de 2021, organizado por las Embajadas de San Viccent y Las Granadinas, de Sudáfrica y el Centro de Saberes Africanos Americanos y Caribeños-

* Carmelo Nguema, estudioso del tema de las relaciones América-África, es embajador de la República de Guinea Ecuatorial en la República Bolivariana de Venezuela desde  2016.

Publicado por la AISUR

Premio Nacional de Periodismo Necesario Anibal Nazoa 2020

 


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