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Blog del Editor

La Primera Maestra de Simón Bolívar, antes que Rodríguez, Matea

SIMONCITO Hijo de Hiplita pupilo de mateaSIMONCITO Hijo de Hiplita pupilo de mateaEn este nuevo día de Celebración del Día del Maestro (aunque la mayoría fuimos educados por maestras), ofrecemos los siguientés párrafos sobre Matea Bolívar. Fueron escritos para niños, niñas y adoslecentes, pero le van muy bien a los grandotes. Están en un libro sobre Hipólita, Matea y Simoncito cuyo link dejamos más abajo. Aquí se expresa claramente la influencia de Matea como maestra de iniciación escolar en la formación del que se con virtió en el hombre más grande de América.  ¿Qué tal si una orden de honor para los educadores llevará el ilustre nombre de Hipólita y Matea? Les dejamos esa idea, al gobierno nacional, regional o local. "Honrar, honra".

 

Hipólita la Madre, Matea...

Matea, la maestra, la guariqueña, Matea Bolívar, descendiente de un Ponte. Sí, de estar registrada pudo haber sido Matea Bolívar Ponte. Existe una carta de un señor Nicolás Ponte que compró su propia su libertad. ¡Sí! se podía comprar la libertad a muy alto costo, tan alto que era casi imposible.  Pero, Nicolás de Ponte, abuelo de Matea -según su testamento- lega su poca fortuna y bienes a sus nietos y entre la lista de bienes, citada en una carta por el Libertador, antes de emprender la lucha emancipadora, está la Negra Matea. En esa carta de Bolívar dirigida al Gobernador y Capitán General de la Provincia, menciona a Nicolás de Ponte. Tiene fecha 15 de marzo de 1809. 

¿Por qué seleccionan a Matea para educar a Simoncito?

Al momento de nacer Simón, ya Matea tenía unos 9 años. Nació, según su acta de defunción, el 21 de septiembre de 1763. Su existencia es muy fácil de comprobar por las numerosas pruebas que dejaron los hijos, nietos y bisnietos de María Antonia Bolívar, a quienes ella acompañó. Era típico que los “blancos”, además de una “negra” que le diera leche materna al niño, buscaran una para que se encargara de los cuidados y enseñanzas motrices como  caminar y hablar. Que mejor que una negrita despierta y vivaracha como Matea, que para entonces vivía en el Hato El Totumo, una inmensa propiedad de los Bolívar en San José de Tiznados.

Un testimonio familiar sobre Matea lo da Antonia Eteller Camacho Clemente y Bolívar, bis-sobrina del Libertador. Ella ecribió una breve biografía de la famosa “Negra Matea” Allí expresa que Matea siempre estuvo al lado de las hermanas y sobrinos del Libertador.. Siempre de guía amorosa y cuidadora.

¿Qué edad tenía Matea cuando nació Simón?

Nueve o diez años, por lo tanto no le dio teta. Hay quienes se atreven a decir que no existió, que es imaginaria. Cuando medio aceptan la existencia dicen que no podía darle leche materna porque era una niñita. Claro que no podía darle teta y nadie ha escrito que lo hizo. Los historiadores serios la han presentado como una niña que fue escogida para cuidar y jugar con Bolívar, diez años menor que él: “Yo lo alzaba y jugaba con él”, testimonió la propia Matea. “Hipólita lo crió”, aclaró.

Pues los mantuanos designaban muchachitas esclavizadas para que cuidaran a los infantes. Las niñeras debían tener ciertas características. Que tuvieran habilidad para enseñar a jugar, a correr, a hablar, a cantar, a contar, a nadar, que lo acompañará, y que por supuesto tuviera fuerza para alzarlo en brazos, por lo que tenía que ser una niña madura, no menor de nueve años “con entendimiento y razón”. Los Bolívar dijeron “allá en el Hato El Totumo, en San José de Tiznados, hay una negrita avispadita que sabe cuentos de Tío Conejo, de Pedro Rimales, tiene una buena memoria, habla como una lora y es muy fuerte. Es de las biznietas del negro Nicolás”.

Ella, según dice la historia, es la que carga a Bolívar en la pila bautismal. Lo que si es cierto, comprobado, es que cuando Bolívar tiene dos años ya Matea está con Simón Bolívar y con los otros niños Bolívar: con Juana, María Antonia y Fernando, en la cuadra, junto con los pequeños infantes esclavizados. Esos niños jugaban en la cuadra llamada la “Cuadra de los esclavos” donde se recreaban los hijos de Hipólita y de otros esclavizados. Allí compartía Matea con los Bolívar.

Mientras que Hipólita observaba, cuidaba, hacía la merienda. Matea sujetando de la mano a Simoncito y diciéndole:

—Camina Simoncito… Ven, ven Simoncito

Simoncito cayéndose y ella levantándolo de inmediato, enseñándolo a caminar, tomándole de las manos, enseñándole palabras.

— Di papá, di mamá… ma…má. ¿Cómo se llama esto? “granada”, gra…na… da  —Por el patio de granados que siempre estaban en flor.

—Aplaude Simoncito… Canta mi niño

Matea creciendo con Simón, con los bolivita y otros niños, hijos de esclavizados. Hipólita y Matea cantándole las canciones que oyen en la cuadra de los esclavizados. Canciones libertarias, cantos espirituales en los que pedían la libertad. Eso se lo enseñaba Matea a Simón Bolívar e Hipólita reforzaba el asunto.

Simoncito preguntándole a Matea

— ¿Ustedes por qué están aquí?.  ¿Ustedes por qué no tienen familia? 

Matea contando que todos los de la cuadra era sus hermanos y hermanas.

—Nosotras somos esclavas y tú no eres esclavo. Pero tú y tus hermanos son nuestra familia, y la gente que ves en la cuadra.

Simoncito preguntándose

— ¿Por qué yo soy libre y ellas no?

Que maduro Simoncito. A los 12 años, cuando lo separan de su hermana María Antonia, cuestiona a los adultos:

— Si los esclavos pueden elegir el amo ¿Por qué yo no puedo elegir con quién estar?.

A los doce años Simón tenía esa conciencia de lo que era la esclavitud, del significado de la libertad. Por eso es que cuando en 1815 va para Haití y Pétion le dice: “te voy a auxiliar y te voy a poner pertrechos de guerra, armamentos, barcos, hombres a cambio de que des libertad a los esclavos en tu país”, Bolívar ya estaba sensibilizado. Algunos tal vez piensan que él liberó a los esclavizados en Carúpano porque es una promesa que le hizo a Pétion. Pero Bolívar sabía lo que era la esclavitud porque veía a Matea, a Hipólita y a los otros esclavizados que estaban en su casa y tenía conciencia libertaria, estaba sensibilizado, tan concienciado que su ejército estaba compuesto mayoritariamente por negros, mestizos, afrodescendientes.

¿Qué como lo hizo? ¿Cómo le enseñaba?

Si uno les cuenta a ustedes un cuento de “Tío Tigre y Tío Conejo”. ¿Ese no es una lección de política? Tío Tigre era el malo, el jefe, el grande, el que estaba haciendo siempre la maldad. Y el conejo chiquito con sus mañas, pensando siempre cómo hacer para escapársele a Tío Tigre. ¿Y quién le contaba eso a Simoncito? Pues la pequeña Matea.

Le ponía esa cabeza a ese muchacho de este tamaño (grande de tanto pensar). Le contaba a Simoncito, a su niño Simoncito y le inventaba historias, con la espontaneidad de los copleros del llano.

—Cuéntame un cuento donde haya un hombre a caballo que le gana a los blancos que le pegan a los negros, Matea.

Y de inmediato la cuentacuentos Matea se inventaba una historia donde el protagonista era Simoncito que iba a caballo por esos montes persiguiendo a los malvados y recibiendo vivas de la gente. Luego todos corrían en la cuadra, en San Mateo, o en Yare, o en Capaya o en el mismo Hato El Totumo, donde gustaban tanto pasear los Bolívar Palacios para bañarse en las esmeraldas aguas del río Tiznados. Hipólita, lo montaba con ella en un manso caballo, que muy pronto el propio muchacho, de apenas siete años, dominaría sin complejos.

Cuando yo les digo a ustedes que Matea lo enseñaba a caminar, a hablar ¿Quién hace eso? Una maestra de preescolar ¿Verdad? Por eso nosotros sostenemos sin titubeos que Matea fue la primera maestra  del Libertador Simón Bolívar, y con ella Hipólita, la madre solícita.

La insigne escritora venezolana Teresa de la Parra, en su obra “Influencia de las mujeres en la formación del alma americana”, se refiere a la relación de la maestra Matea con su pupilo Simoncito.

Desde su nodriza, la negra Matea, hasta Manuelita Sáenz, su último amor, Bolívar no puede moverse en la vida sin la imagen de una mujer que lo anime, lo consuele en sus grandes accesos de melancolía, y le preste sus ojos para mirar con ellos dentro de su propio genio. Huérfano desde muy niño es en los brazos de la esclava Matea donde Bolívar oye y mira por primera vez la honda poesía de la vida rural que es la faz más querida y noble de la Patria. Es en su hacienda de los Valles de Aragua, la hacienda típica criolla, la hacienda casi bíblica en donde los esclavos, prolongación de la familia, se llaman de apellido Bolívar o Palacios, del nombre del dueño que es el dios y el padre de todos. Al caer la tarde, terminado el trabajo del campo, Matea lleva a su niño Simón al repartimiento o patio de los esclavos. Allí bajo el propio cielo mientras cae la noche él oye cuentos de miedo con duendes y fuegos fatuos, que narra algún viejo negro. Los cuentos tienen casi siempre como tema los horribles crímenes del tirano Aguirre, el conquistador rebelde y bandido, cuya alma en pena vaga todavía en forma de lucecita que se apaga y se enciende mucho más grande que los cocuyos. Es una luz que camina.

Claro que hubo otros grandes. Rodríguez, Bello y todos los demás, pero Matea fue la primera, la que le enseñó sus primeros pasos y dice la leyenda popular que Bolívar se refirió en 1827, cuando regresó a Caracas, a sus negras porque las llamaba “mis negras”. Y preguntó por su madre y su maestra:

—¿Dónde está Hipólita que me dio de comer? ¿Dónde está Matea que me enseñó mis primeros pasos?”.

Matea e Hipólita que siempre estuvieron con Bolívar en las buenas y en las malas.


Autor Reinaldo Bolívar
Caracas - Venezuela
Tomado del Libro:  SIMONCITO Hijo de Hipólita, pupilo de Matea
Que puede verse en: https://saberesafricanos.net/escuela/fondo-documental/file/209-simoncito-hijo-de-hipolita-pupilo-de-matea.html

 

 


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