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Opinión

Rapto, Rebelión y Reggae

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Rapto, Rebelión y Reggae

*Autor: Samuel García

Cuando pensamos en la historia del Caribe, es muy fácil dejarse llevar por la tentación de reducir la identidad caribeña a aquella resultada de la esclavitud, o al menos la derivada de la abolición de la misma, como si no pudiese pensarse en un “Caribe” sin tener un concepto de “Europa” con el que contrastarlo. Es indiscutible que la marca del colonialismo y la dominación ha marcado una profunda influencia en la historia económica, política y social de los pueblos del Caribe, así como la despreciable institución del esclavismo ha dejado cicatrices que hoy en día siguen tan vigentes como hace cientos de años, pero es importante recordar que la historia del Caribe, más que la historia de los esclavizados, es la historia de los liberados.

Esta historia de liberación no es, como intentaron reclamar los amos que tenían esclavos, una trágica alteración del orden natural, ni tampoco fue un acto de altruismo de visionarios aristócratas humanistas en Europa, como esos mismos aristócratas querrían pensar en su época y -hasta hoy en día- persiste en la mitología cotidiana de aquellas tierras al otro lado del charco.

Es, en su lugar, una historia de tres eres, una para cada era del proceso colonialista: Rapto, Rebelión y Reggae. Tres eras que, aunque con características marcadas, se difuminan las unas con las otras y pueden variar entre islas, pero son al final acertadas a la experiencia general de la afrocaribeñidad.
Un error cometido a menudo entre aquellos que quieren conocer la historia de los pueblos oprimidos es comenzarla con la llegada de sus opresores, o poco tiempo antes, como si no hubiese un continente entero de civilizaciones, imperios y reinos que poco tenían que envidiarles a las naciones europeas de sus tiempos. Incluso la trampa de la egiptología nos lleva a pensar en el antiguo Egipto como la mayor muestra de cultura africana previa a la llegada de los europeos, lo que sería un poco como tomar a Corea como plantilla para enmarcar las civilizaciones milenarias de la India o Irán.

Es de ahí realmente que viene la erre de Rapto, no el rapto literal de los esclavizados, que vino más adelante, sino este primer rapto retroactivo de la historiografía moderna a la identidad africana antigua en aquellas culturas no-mediterráneas que, como demostraron las conquistas nubias de Egipto, o la expansión de la religiosidad en lo que alguna vez fue Aksum, eran civilizaciones a la altura de cualquier par mediterráneo.
Lidiado con eso, podemos comenzar a hablar de la historia del África subsahariana, que separada de Roma por un desierto quedó fuera del cuadro europeo hasta que se inventó la carabela. Poco es sabido de algunas de estas civilizaciones, al menos en comparación al detallado lore que se tiene de la mayoría de la historia de Asia o Europa, pero debido a una particularidad, que contribuye a ese rapto histórico del que les he hablado antes; Los pueblos africanos no escribían su historia de la misma forma que los europeos.

Aquellos maliciosos intentan convencernos de que esto es una muestra de un subdesarrollo endémico, con alguna teoría seudocientífica y fraudulenta que esconde o acompaña una ideología ignorante, pero no existe ninguna connotación negativa en la afirmación. Que no escriban su historia como los europeos no significa en lo absoluto que no supiesen escribir, siendo África cuna de multitud de sistemas de escritura nativos, sino una percepción distinta de lo que la historia significa: La tradición oral.

Para los pueblos nómadas del sahel, por ejemplo, llevar todos los conocimientos de una cultura en un libro no era factible, ya que al migrar no es posible llevarlos de una forma práctica. En su lugar, la mejor forma de mantener las técnicas nómadas o tribales vigentes era a través de la palabra, el boca a boca y la tradición oral, la danza, la música y otras expresiones culturales distintas a la escritura que se ajustaban mejor a la vida en el África subsahariana. La historia de muchos de estos pueblos no estaba escrita, estaba literalmente viva a través de los africanos que vivían su cultura.

Es aquí cuando comienza la metamorfosis del Rapto; la casi destrucción de la tradición oral. Los africanos sabían de Europa tanto como los europeos sabían de África, contándose en el norte las leyendas de un reino cristiano -Etiopía- en mitad del continente con un sinfín de mitos y leyendas en torno al mismo. El contacto con Europa no siempre fue destructivo, ni esclavizante, y en algún momento fueron los africanos, como el riquísimo imperio de Malí, los que ostentaban bastas riquezas mientras los mayores reinos de Europa sufrían de hambruna.

Es, sin embargo, cuando se encuentra un nuevo continente de tierras fértiles por trabajar que los europeos rediseñan el mundo a su antojo, y es así como hombre africano, parte viviente de su cultura, historia en carne y hueso, era reimaginado como mercancía, y su valor era más alto que el oro. Reyes africanos, cegados por la riqueza del mercado, doblegaron a sus pares y los entregaron a Europa en grilletes, para ser divididos por grupos y cultura de una forma premeditada en la que era imposible que dos africanos esclavizados hablasen la misma lengua.

Es aquí, en medio de la trágica pérdida de vidas, libertades y tradiciones a manos de la esclavitud, donde el Rapto da paso a la Rebelión, con el idioma siendo el primer paso del proceso rebelde. Los africanos esclavizados encontraron nuevas formas de expresar su cultura a escondidas de sus amos, adoptando partes de su cultura en sincretismo para evitar represalias.

Cuando pisaron las américas, los africanos encontraron formas no orales de comunicarse, y según adoptaron el idioma de los europeos fueron rompiendo la barrera que les impedía organizarse. Para el Siglo XIX, la resiliencia de los esclavizados oxidaba sus cadenas y romperlas era cuestión de tiempo.
El esclavista, ya vuelto burgués, mantuvo su estatus al cambiar el látigo por el salario, pero antes de mucho los decaídos imperios de Europa, destruyéndose a si mismos, se veían menos y menos capaces de sostener sus colonias en el Caribe, hasta que hicieron el amago de abandonarlas ante la presión independentista.

Hicieron el amago, porque en muchos casos, especialmente en el Caribe anglosajón, se esperaba que se mantuviera lealtad al concepto del imperio y sus instituciones políticas como fuente de la identidad, a lo que el acto de Rebelión respondió recordando sus raíces africanas y creando el movimiento rastafari, que nos lleva a la tercera Erre.

El Reggae llega en una época en la que las contraculturas occidentales adoptaban estilos agresivos, con sonidos altos y rápidos. Antes de poco la música clásica europea había sido desplazada y el trono de Mozart y Tchaikovsky fue ocupado por Queen y Guns N’ Roses, pero mientras esos estilos se acabaron imponiendo mundialmente, en el Caribe triunfaron las expresiones locales de música, que más que las expresiones de rebeldía juvenil occidentales eran expresiones de arraigo a su identidad africana ancestral, durante siglos un gesto de rebelión contra el colonialismo. El Ska, el Calipso y el Reggae, entre muchos otros, tomaron su influencia del legado europeo, como no. El bajo y los sintetizadores forman parte de la música de Bob Marley sin duda, al igual que el Whisky, antaño la joya en la corona de la cadena de producción esclavista, pasó a formar parte de la dieta del emancipado, y en muchos hogares la cruz cristiana reemplazó a los ídolos paganos de las otras religiones africanas, o el sistema de Westminster reemplazó a los sistemas tribales.


Pero este desarrollo no demuestra en forma alguna una superioridad ficticia del modelo europeo, sino la capacidad, y voluntad, de un pueblo oprimido de asimilar aquellos aspectos de una cultura dominante que desee y desechar el resto. Los artistas de Reggae se quedaron con el bajo, pero no con el piano, porque prefieren sus tambores; los isleños se quedaron con el Whisky, pero no con los latigazos en la plantación de caña; se quedó el cristianismo, pero no las encomiendas; se quedó Westminster, pero no la ley de Londres; y quizás mañana, de hoy solo les quede el nombre del dólar.


*Estudiante del Diplomado en Estudios del Caribe Insular. 
 Publicado por AiSUR
 Premio nacional de periodismo necesario Anibal Nazoa 2020

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