Por: Vladimir Castillo S
Brasil. Lula y Nuestra América
En la República Federativa de Brasil, el próximo 2 de octubre se celebrarán unas cuasi “elecciones generales” en virtud de que se elegirá el presidente de la República, las 27 gobernaciones, todos los miembros de la Cámara de Diputados, parte de la Cámara de Senadores y las Asambleas Legislativas de los estados.
El presidente será electo si obtiene más del 50% de los votos, en caso contrario los 2 candidatos con mayor votación irían a una segunda vuelta el 30 de octubre.
En una de las últimas encuestas, realizada por la empresa Datafolha, el ex presidente y candidato del Partido de los Trabajadores (PT) en coalición con otros partidos, Luiz Inácio “Lula” da Silva, ha aumentado su ventaja en 2 puntos porcentuales sobre el actual presidente, Jair Bolsonaro, quedando con una diferencia entre ambos contrincantes de 14 puntos, para ubicarlo en 47% de la intención de voto, con más o menos 2 puntos de margen de error según la ficha técnica del trabajo. Lo importante de estos datos es que Lula se acerca al 50% necesario para ganar en la primera vuelta, lo que sería un indicativo indiscutible del apoyo de una amplia mayoría a Lula.
Lula y su equipo asesor están trabajando el voto de los indecisos y el voto de los que están en contra de Bolsonaro y hasta el momento apoyán otras candidaturas como las de Ciro Gomes, Simone Tebet y Soraya Thronicke. Esta estrategia ha dado resultados positivos, lo que se ha demostrado en los últimos trabajos de las encuestadoras más confiables del país.
Como sabemos, las estructuras de poder en Brasil siguen muy bien atornilladas en sus espacios, lo que quedó plenamente demostrado con el golpe político contra Dilma Rouseff en 2016 y la farsa jurídica impuesta a Lula para sacarlo de la carrera electoral en las elecciones pasadas del 2019; la burguesía y los terratenientes, aunque no vieron disminuidas sus ganancias ni aminoradas sus cuotas de poder en los mandatos de Lula y Dilma, se sienten más cómodos e identificados con candidatos neoliberales, como es el caso de Bolsonaro, o de la derecha tradicional. Mientras las clases populares, trabajadores de la ciudad y del campo, tienden a apoyar a Lula, quien en la campaña ha recordado constantemente la inversión que en lo social se realizaron en los gobiernos del PT, durante los cuales la pobreza disminuyó de manera importante, el apoyo a los indígenas y campesinos fue muy importante, se amplió la cobertura en salud y educación, la cultura tuvo un espacio de relieve, se dieron subsidios directos a la población más necesitada, se unió con fuerza al proyecto de integración de Nuestra América y participó activamente en la creación de UNASUR y de la CELAC, entre otros.
Mientras tanto, Bolsonaro tiene varios plomos en sus alas, principalmente el manejo de la pandemia del Covid-19, que fue de los peores del mundo, su misoginia, su apoyo incondicional a la agroindustria en contra de campesinos e indígenas, su subordinación incondicional a Trump, cuando era presidente de los EE. UU., la eliminación de beneficios para las clases populares establecidos en los gobiernos del PT, el apoyo al reino Unido de la Gran Bretaña en la preparación de Las Malvinas como base estratégica de la OTAN en el Atlántico Sur y otros más. Sin embargo, cuenta con algunos puntos importantes a su favor como son, el apoyo de las iglesias cristianas evangélicas, que tienen una gran presencia en todo el país y niveles de difusión importantes, el apoyo de los grandes medios de comunicación, que en Brasil están muy concentrados y están cartelizados a favor de Bolsonaro y en contra de Lula, el músculo financiero de las élites financiera y de la agroindustria, el apoyo del stablishment judicial y no menos importante el apoyo de un amplio sector de las Fuerzas Armadas brasileñas. De hecho este último factor se ha tratado de usar con fines electorales y han surgido amenazas veladas y directas de voceros de oficiales retirados y activos, amenazando a la democracia brasileña si los resultados no son los deseados por ellos, lo cual no ha sido tan positivo desde el punto de vista electoral y en los últimos días han salido pronunciamientos por parte de los militares y policias aclarando que ellos respetaran las elecciones, independientemente de quienes resulten electos, lo que esperamos sepan cumplir.
Para Nuestra América el triunfo de Lula es supremamente importante y, si a él agregamos la victoria de Petro en Colombia, de Arce en Bolivia, de Xiomara Castro en Honduras y, porque no, el avance en Perú con Castillo y en Chile con Boric, lo cual sumado a los gobiernos de Fernández en Argentina, de López Obrador en México, de Ortega en Nicaragua, de Maduro en Venezuela , de Díaz-Canel en Cuba, Ralph Gonsalves en San Vicente y Las Granadinas, Roosevelt Skerrit en Dominica, Gastón Browne en Antigua y Barbuda, Keith Mitchell en Granada, Timothy Harris en San Cristóbal y Nieves, Philip Pierre en Santa Lucia, Mia Mottley en Barbados, ampliaría significativamente nuestra visión soberana y profundizaría las posibilidades de conformar nuestro polo de poder real e independiente, el cual resulta, dadas las condiciones geopolíticas actuales, más necesario que nunca y, continuaríamos honrando al Libertador, Simón Bolívar, que ya en 1826 propuso la conformación del Congreso Anfictiónico de Panamá, que no fue más que el acto concreto de su idea gigante de la necesidad de la unidad de Nuestra América; ya Martí, Sandino, Fidel, Marulanda y muchos otros luchadores de la patria grande, junto a Chávez, Maduro y Petro han sacado su espada a la calle y junto a ellos nuestros pueblos se movilizan y corean la consigna “alerta, alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina” y el Caribe. Lula adelante que Nuestra América te espera!