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Opinión

La apertura del Instituto de Investigación Estratégicas sobre África y su Diáspora

 

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Después de ser postulada por la Fundación Madera a participar en el Diplomado en Saberes Africanos, mi expectativa se quedó corta al entrar en contacto directo con la dinámica y posibilidades de nuevos conocimientos que para mi significaba establecer contacto directo y cotidiano con el Instituto de Investigaciones Estratégicas sobre África y su Diáspora, promovido por el Ministerio del Poder Popular para Relaciones Exteriores de nuestro país, a través de su Viceministerio para África. Rápidamente dimensioné cuan poco conocemos los venezolanos y venezolanas sobre África, las luchas de su pueblo que llevamos en la sangre, y la historia de rapiña colonial que viejos y modernos despliegan contra ese territorio bendito que abrió espacio al nacimiento de la Humanidad. Por cierto, que conocer de buena fuente esa indignante realidad de explotación colonial, me hizo también pensar en las victorias de la lucha anticolonial de Nuestra America, y también recordar la reflexión de Benito Juárez sobre el nefasto rol de los Imperios: “Pobre México tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”.

En fin, percibía que la aproximación a la realidad de África profunda, me reafirmaba en la convicción de que la lucha contra los imperios es un derecho ineludible de los pueblos del mundo. Fue así como, con interés creciente, las temáticas abordadas en el Instituto – precisamente en el Módulo conducido por el Prof. Reinaldo Bolívarcautivaron mi atención y condujeron a través de un mundo que hasta entonces desconocía. Aprendimos que el Congo -en el corazón de Continente africano- es el país más rico del planeta; que Etiopia es el país más viejo del mundo, y que de allí viene el café; también supe que espiritualmente nunca fueron esclavizados, y que allí nació la vida, que es la cuna de la humanidad. Me enteré que Guinea es el primer poseedor de bauxita en el mundo; Kenia el país con más agua en el planeta; que Somalia es el Vietnam del África; que Goré -la “isla del no retorno” se encuentra en Senegal, y pude comprender que África no es un Continente pobre sino empobrecido.

Advertí que hasta finales del siglo XIX África era poco conocida por las mismas potencias colonizadoras. Me impactó saber que a los humanos africanos secuestrados y esclavizados para ser vendidos en América se les denominaba “Pieza de indias” para el trabajo fuerte, con el inaudito argumento de que no tenían alma. Conocí que la fuerza de trabajo del africano representó la base de la economía colonial y del capitalismo desde el siglo XV. Supe también –ya sin tanto asombro- de un llamado “Código Negro”, invento de Francia para tratar de cuidar esas “piezas” porque las necesitaban y mediante el cual reglamentaban su castigo, en bárbara expresión de la explotación del hombre por el hombre. Es el capitalismo es su pleno esplendor.

Mi oportuna experiencia de aprendizaje y descubrimiento de la verdadera África, me permitió entender que la situación de esclavitud marca negativamente al africano, y que en América el destino de su diáspora lo marca el racismo ideológico y la discriminación. Me puse al tanto –por fin- porqué surge el calificativo de “negro” como un término peyorativo que fortalece la clasificación del ser humano en grupos raciales y refuerza la ideología del racismo al servicio del capitalismo, con su resultado en pérdida de identidad, desnaturalización y desarraigo cultural de quienes resultan victimas del mismo.

Con el Centro de Saberes Africanos, pude además comprender e identificarme con la fortaleza espiritual, moral y física del africano y su Diáspora. No exagero al decir que de su mano, hoy me siento protagonista de un viaje hacia mis adentros, en el que descubro la génesis de ésa fuerza telúrica con la cual siempre me identifiqué y cuyas expresiones hoy forman parte determinante de mi perfil humano y cultural.

Hoy, mientras me reconozco en África, ella se proyecta también en nuestra afroespiritualidad y cultura de resistencia; con nuestra oración silenciosa; la evocación de los ancestros; nuestra fe, como forma de aferrarse a la vida; la resistencia organizada; el reconocimiento y adaptación del espacio; la rebeldía y permanente conformación de espacios libertarios (Cumbes, Quilombos, Palenques); participación decidida en movimientos de resistencias; incorporación a las luchas independentistas y defensa del derecho inalienable de los pueblos a la libertad, soberanía y autodeterminación.

Finalmente, confieso que descubro que también por mi herencia africana soy bolivariana, y que me importa mucho la suerte que en conjunto podamos construir para profundizar la Agenda de amistad África America del Sur – ASA.

Caracas abril de 2012


Autor: Lesbia Morales Castillo

 


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