Hace mucho tiempo en África, cuando todos los animales vivían juntos en la selva con el Creador, la mayoría de los animales vivían en la tierra y sólo unos pocos vivían en el agua.
El sol calentaba tremendamente la tierra todos los días y todos los animales sufrían de una manera u otra. Sin embargo, los animales tenían fuertes pieles para protegerse contra el sol, ya fuera su propia piel, plumas o escamas. Sólo la piel del pobre hipopótamo no era tan fuerte.
A medida que fue creciendo, su piel comenzó a estirarse y se volvió cada vez más delgadas a medida que él llegó a ser más y más grande. En el momento en que se convirtió en adulto, su piel era tan fina, que se quemaba con el sol. El hipopótamo sufría día a día, por su piel seca y agrietada, lo que le causaba mucho dolor e incomodidad.
Un día, cuando el hipopótamo no podía aguantar más, se dirigió al Creador y le preguntó: "Por favor, ¿puedo ir a vivir al río?" El Creador le miró con bondad y le dijo: "Sí, mi amigo puedes, pero como con todas las cosas, tienes que solicitar previamente la autorización de los animales del río". Así, el hipopótamo pidió a los animales del río, el cocodrilo, la nutria, etc.: "Por favor, ¿puedo venir y vivir en el río con vosotros ya que mi piel es muy fina? El agua fría sería un gran consuelo para mí".
Los animales de los ríos eran un poco egoístas y también estaban preocupados. Después de pensarlo durante un breve periodo de tiempo, le dijeron al hipopótamo: "!No, no podemos permitir eso! ¡Mírate! Eres muy grande y vas a comerte todos los peces del río. No habrá comida para nosotros". El hipopótamo les dijo a los animales del río: "no os preocupéis, yo no comeré pescado, sólo voy a comer la hierba del río". Los animales del río eran muy escépticos y no le creyeron.
Así que el hipopótamo les dijo: "os lo prometo: todos los días abriré mi gran boca, para que todos podáis ver que no hay huesos de pescado o escamas en mi boca y extenderé mi estiércol con la cola, para que podáis ver que no hay huesos". Esto convenció a los animales del rio.
Así, a partir de ese día, los animales del rio permitieron al hipopótamo vivir con ellos, y el hipopótamo siempre abría la boca y extendía el estiércol con la cola.
Moraleja de la historia: si se pide un favor basado en una promesa, se debe mantener la promesa.
Atención: la boca abierta de un hipopótamo es señal de advertencia y de agresión. Él marca su territorio mediante la difusión de su estiércol con la cola.