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Investigaciones

Aborto y Descolonización, otra mirada

Por:  Atahuanadi Sánchez Molina*

Catalogar el aborto como hecho social, necesariamente obliga a partir de la necesidad de ubicar esa práctica en tiempo y espacio, lo cual posiblemente contribuya a comprenderla  fuera del enfoque religioso, patriarcal, capitalista y eurocéntrico, para  centrarlo en cada realidad sin obviar la lucha por la emancipación de los pueblos y de la mujer en particular, la lucha de clases,  la libertad y el ejercicio de los derechos a la soberanía en diversos ámbitos. Este enfoque, surgido a raíz de percibir la cantidad de elementos intervinientes que rodean el tema del aborto, los cuales deben ser decodificados para obtener una perspectiva en conjunto que posibilite un análisis más humano y en especial, que permita  comprender que no es un hecho aislado y que por el contrario, puede ser un detonante para cambios determinantes en la sociedad actual.

Basado en lo anterior,  hemos contextualizado el aborto con el propósito de mostrarlo como un  hecho social, para ir más allá de la denuncia, de sus lamentables consecuencias ocasionadas por la clandestinidad y la penalización o del enfoque exclusivamente legal. En este sentido, desarrollaremos algunos elementos que generalmente no son considerados a la hora de abordar este tema y que creemos son claves para comprender que la lucha por la despenalización del aborto es un tema político, dado que tiene que ver con relaciones de poder. 

Una breve mirada a la historia

La percepción del aborto ha variado a través de la historia, ha transitado el camino de la tolerancia y la normalidad hasta llegar a su prohibición. El conocimiento de las plantas y de lo que se conoce como medicina herbaria históricamente ha estado ligado a las mujeres. En este ámbito es reconocido el uso de algunas plantas por parte de comadronas o parteras, para ayudar durante  el trabajo de parto y la concepción, aliviar las molestias asociadas al ciclo menstrual, y otros desequilibrios del cuerpo humano en general; dentro de este conocimiento también existen plantas destinadas a la anticoncepción y la interrupción voluntaria de los embarazos, es decir, plantas que provocan un aborto.

Según un artículo escrito por Marina do Pico, publicado en la revista Amazonas títulado: “Las Hierbas de La Emancipación: Aborto, Biopolítica y Soberanía”,  en la consecución del aborto se han utilizado distintas hierbas. Por ejemplo en la antigua Persia era conocido el uso de la canela, el  alhelí y la ruda.  Entre las mujeres francesas y alemanas usaban la raíz del helecho dentabrón, mientras que las germanas  utilizaban orégano, tomillo, perejil y lavanda en forma de infusión o supositorio. En Egipto se hace mención al Papiro de Ebers (1500 a.c) en el cual aparecen recetas para detener el embarazo, las cuales son elaboradas con cebollas y dátiles triturados con miel; y en el Papiro ginecológico de Kahun se menciona el excremento de cocodrilo como anticonceptivo y como abortivo. En el mismo territorio africano se han encontrado amuletos uterinos que se empleaban para los siguientes fines: dilatar el útero para facilitar la menstruación, la concepción y el nacimiento, así como para provocar abortos. En otro papiro de contenido ginecológico encontrado en Berlín se recomendaba tomar después de la relación sexual durante cuatro mañanas seguidas un preparado a base de apio y cereales  que tenía un efecto similar a la hoy llamada“píldora del día después”.  Igualmente, encontramos que los romanos para provocar la interrupción de los embarazos emplearon el uso de plumas de pato y los griegos introducían sustancias con propiedades abortivas hacia el cuello uterino a través de tubos de plomo huecos. 

En el trascurso de esta investigación, nos hemos encontrado con información del uso de hierbas abortivas en sociedades originarias americanas, como por ejemplo: En los pueblos Aymara se reconocen las propiedades abortivas de la huachanqa. Esta planta era recolectada en un lugar considerado sagrado por una mujer de edad mayor, quien también se encargaba de la preparación, la cual se realizaba a la entrada del Sol, al anochecer, o del lado opuesto a la salida del Sol- Esto significaba la presencia de mama Quilla –en la cosmovisión incaica la diosa Quilla representa la luna, encargada de la protección de todo el universo femenino—, a quien  se le realizaba una ofrenda para devolver a la Pachamama los favores recibidos y de esta manera restablecer el equilibrio. 

En el objetivo de localizar elementos para sustentar nuestra hipótesis de que el aborto es una práctica ancestral, nos encontramos con los casos de los abortos autoinducidos realizados por las esclavizadas africanas e indígenas para evitar que sus hijos e hijas fueran también esclavizados, y además buscaban afectar el mantenimiento del sistema esclavista frenando su reproducción. Por tanto,  el aborto formó parte de las formas de protesta,  resistencia y rebeldía de las mujeres en los territorios invadidos.

La investigadora dominicana Celsa Albert denomina esas acciones como “cimarronaje doméstico”. En estas entra  el aborto como insumisión, y su potencial de rebeldía. Esta indagación nos ofrece un indicio preciso de que las esclavizadas africanas trajeron de su continente el conocimiento que les permitía interrumpir embarazos  y lo transmitieron a sus descendientes en los territorios invadidos por los europeos en los cuales se realizaba la trata africana. 

En el trabajo realizado por la profesora Victoria Rodríguez Ortiz, titulado “El aborto hasta fines de la Edad Media castellana. Su consideración social y jurídica”,  que aborda el periodo desde la Antigüedad grecorromana hasta la Edad Media, la autora describe fórmulas abortivas y consejos ginecológicos practicados en la sociedad romana donde era bien conocida la ginecología y se practicaba el aborto con frecuencia. Según este trabajo el aborto era recomendado desde la polis con fines demográficos, entendiendo así que en estos tiempos la realización de esa práctica era un método generalizado para el control de la natalidad. 

La autora también aborda la sociología del aborto, y desde esta perspectiva nos dice que la interrupción voluntaria del embarazo se producía mayoritariamente por falta de medios económicos y en las clases altas además de ser útil para controlar la natalidad, existían otras motivaciones, como la conservación de la belleza femenina o evitar las incomodidades que producen los hijos. Con este trabajo la profesora Rodríguez deja claro que tanto en las élites como en los estratos sociales más bajos se utilizaban anticonceptivos y se provocaban abortos, a veces para evitar que el embarazo fuese prueba de hechos considerados delitos como adulterios o en caso de violaciones. La  violación tenía, y esto no ha cambiado mucho, implícito un alto porcentaje de culpabilidad para las víctimas. 

Todos estos elementos llevan a comprender el aborto inducido como una práctica natural, ancestral y generalizada en todas las culturas, es decir, una práctica que antes de la imposición del catolicismo como religión dominante estaba asociada a la femineidad, así como el ciclo menstrual y la maternidad. Es contradictorio  reconocer el conocimiento y aplicación de las hierbas sólo para influir en el parto y la menstruación y obviarlo para provocar abortos. 

Con la anterior panorámica documental,  apuntamos a transcender la visión moral y religiosa que condena el aborto y exalta la visión romántica de la maternidad, evidenciando que en otros contextos históricos y culturales era moralmente aceptado y no se consideraba como una amenaza para la sociedad. Por otra parte, también demostramos, en el presente trabajo que el aborto y el control sobre la reproducción por parte de las mujeres no son un invento de las feministas europeas,  y mucho menos de lo que se conoce como “modernidad”, en esta etapa lo nuevo es la criminalización del aborto y el despojo de la autonomía de las mujeres sobre su cuerpo. 

El inicio de la criminalización del aborto 

La criminalización del aborto está asociada a los comienzos del  colonialismo y del capitalismo  cuando en Europa la libertad reproductiva de las mujeres comenzó a ser vista como una amenaza para los proyectos de expansión capitalista que requerían el crecimiento de la población para garantizar mano de obra abundante que les permitiera mantener bajos salarios y reclutas suficientes para las fuerzas armadas. En esos tiempos surgió la práctica de disciplinar el cuerpo de las mujeres para controlar su capacidad reproductiva. Para entender esa práctica es clave acotar que en esos momentos Europa se vio golpeada por varias pestes que afectaron el crecimiento demográfico. En este tenor el control que ejercían las mujeres sobre la reproducción comenzó a ser percibido como una amenaza a la estabilidad política, económica y social, ya que tanto la seguridad del Estado como la prosperidad de la comunidad estaban asociadas al tamaño de su población.

 En este contexto aparece la persecución de brujas y la criminalización del aborto.  A partir de allí, la imagen de las parteras se transformó en algo negativo;  parteras y “brujas” debían ser eliminadas en pos del “progreso”. Las sospechas hacia las parteras tenían sobre todo que ver con el miedo al poder que le otorgaban sus conocimientos sobre el cuerpo de las mujeres. Esta deslegitimación permitió introducir al médico varón a la salas de partos. Este cambio dio paso a la imposición de una nueva práctica médica que persiste hasta nuestros días. Desde ese momento los cuerpos de las mujeres y especialmente sus úteros se convirtieron en territorio político controlado por hombres y por el Estado, donde la procreación fue puesta al servicio de la acumulación capitalista.

En todo este proceso la Iglesia Católica jugó un papel determinante brindando el sustento ideológico, declarando el aborto como una violación a la reproducción natural brindada por Dios, y se desató lo que conocemos como la caza de brujas, que no es otra cosa que la persecución despiadada de mujeres por cientos de años, donde las principales víctimas fueron las parteras y todas aquellas mujeres que se atrevían a desafiar el nuevo estatus quo impuesto por el patriarcado. Mediante el proceso de colonización esta realidad se trasladó a los territorios invadidos.  

La noción del aborto como pecado se traslada al continente americano, una visión ajena a las culturas originarias  e impuestas junto a la dominación política y económica. Esta colonización sobre los modos de pensar y concebir el mundo se fue instalando por medio del terror que proporcionaban los castigos y la quema de brujas, iguales a los que se realizaban en Europa.  La caza de brujas tuvo un impacto determinante a la hora de romper con una cadena de conocimientos desarrollados por las mujeres y transmitidos de generación en generación, y además generó la desvalorización de medicinas antiguas, donde  triunfó el desarrollo de una cosmovisión racional, “científica”, patriarcal y eurocéntrica, desencadenando el desprecio de los grupos dominantes por los conocimientos y saberes populares y la subordinación de la mujer ante una sociedad diseñada y dirigida por hombres. 

De esta manera, las mujeres fueron perdiendo autonomía y participación en muchos ámbitos. El predominio de los hombres fue reforzado por la iglesia, y el acceso exclusivo a la educación para los varones. Las parteras dejaron de aprender y de participar en todo lo concerniente a la fertilidad, así un ámbito exclusivo de las mujeres quedo en manos de hombres.   A mediados del siglo XX, las mujeres habían perdido prácticamente toda la libertad reproductiva de la que habían disfrutado. De esta manera la clandestinidad pasa a ser la mejor aliada para las mujeres, pero esto tuvo un efecto negativo, en lugar de abortar acompañadas y con la asesoría de  matronas, las mujeres empezaron a abortar solas, de manera insegura y llenas de culpa. 

Otra consecuencia de este proceso ha sido la desconexión de las mujeres con su cuerpo, con sus ciclos naturales, afectando directamente la manera de relacionarse entre sí y con los hombres, golpeando la salud tanto física como emocional y espiritual de estas, situación que el sistema capitalista ha sabido utilizar a su favor generando una variedad de productos asociados a la nueva construcción de lo femenino tales como analgésicos que prometen aliviar los cólicos menstruales, productos destinados a la higiene de los órganos femeninos, toallas sanitarias y tampones, entre otros, los cuales contrario a lo que nos han hecho creer no han mejorado la calidad de vida de las mujeres, sino que por el contrario han generado graves consecuencias como el incremento del cáncer de útero, miomas uterinos, depresiones, entre otras. 

Todo lo dicho hasta ahora está ligado a lo que implica ser mujer en una sociedad patriarcal que en sus inicios estableció una relación casi automática entre el pecado y la condición femenina, y posteriormente instaló la idea de que el cuerpo femenino era una máquina productora de seres humanos que funcionaba según ritmos que estaban fuera del control de las mujeres. Las vidas de las mujeres, sus deseos y su humanidad se vieron relegadas a un lugar de irrelevancia política. La maternidad también se convirtió en una forma de dominio del hombre sobre la mujer, porque con tantos hijos (as) éste se aseguraba de que la mujer no pudiera hacer nada más que criar a su prole y se olvidara de estudiar y trabajar, dificultando su participación en otros espacios de la sociedad. 

Consideraciones Finales

Apoyarnos en los análisis históricos y  contextualizar el aborto, nos permite ver cuál es la verdadera naturaleza del debate, superando los razonamientos estrictamente jurídicos, develando los elementos de carácter político, ético, moral, cultural y religioso, entre otros, que están presentes en este tema. Una vez contextualizado el aborto, podemos concluir que criminalizarlo no logró erradicarlo, lo que sí logró fue obligar a las mujeres a buscar procedimientos clandestinos e inseguros que han provocado la muerte de una gran cantidad de mujeres en todo el mundo, principalmente de mujeres empobrecidas gracias a los embates del sistema capitalista  y una gran cantidad de niños y niñas huérfanos, porque aunque en la mayoría de los países es ilegal abortar, si se cuenta con el dinero necesario se puede acceder a la interrupción de un embarazo no deseado en óptimas condiciones. 

Consideramos que la despenalización del aborto debe ir de la mano de una campaña educativa que permita desterrar del inconsciente colectivo la naturalización de prácticas patriarcales y machistas presentes en todos los niveles de la sociedad incluyendo el Estado y sus instituciones,  abriendo el debate sobre la necesaria construcción de una nueva masculinidad,  generando una verdadera educación sexual y reproductiva  desde la infancia que permita asumir la sexualidad responsable, erradicando la violencia de género y evitando embarazos no deseados sobre todo en adolescentes. En todo este proceso de deconstrucción es necesario el empoderamiento de las mujeres bajo una mirada distinta a la impuesta por el capitalismo donde no tenga cabida salir a competir salvajemente con los hombres.

En este sentido, la lucha por la despenalización del aborto es un factor clave para generar los cambios estructurales que necesita la sociedad, que aunque aparentemente está centrado en el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo, implica trastocar el andamiaje de la sociedad capitalista y abre la posibilidad de construir una sociedad realmente humana donde no sea necesaria la explotación de ningún ser humano y lo que prevalezca sea el equilibrio entre el hombre y la mujer. 


Fuentes Consultadas

  • Herrera Salas Jesús María. (2005): De Cómo Europa Se Apropió De La Leche De Las Madres Africanas En El Caribe. Un ensayo sobre “barbarie” y “civilización”. Venezuela: Editorial Tropykos.
  • Groman Pat; Reed Evelyn. (2009): El Aborto: Derecho fundamental de la Mujer. Canadá: Pathfinder.
  • Federici Silvia. (2010): Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. España: Traficantes de sueños.
  • Romano Vicente. (2007): Sociogénesis de las Brujas. El origen de la discriminación de la mujer. España: Editorial Popular.

Web:

  • Revista Amazonas (2018) Do Pico, Marina. “Las Hierbas de la Emancipación: Aborto, Biopolítica y Soberanía”. https://www.revistaamazonas.com/2018/06/12/las-hierbas-de-la-emancipacion-aborto-biopolitica-y-soberania/
  • Es Global (2018) Brunner Eva, Grande Ricardo. “Aborto en África y Asia: barreras a un derecho muy restringido”. https://www.esglobal.org/aborto-en-africa-y-asia-barreras-a-un-derecho-muy-restringido/
  • Revista Nómadas (2018) Edición N°48. “Crítica poscolonial desde las prácticas políticas del feminismo antirracista”. http://nomadas.ucentral.edu.co/index.php/component/content/article?id=298
  • Vice Africa Downloads (2018) Izard Gabriel. “El Cimarronaje Como Símbolo Étnico en los Movimientos Sociales Afrobrasilenos”. Izard Gabriel. Departamento de Antropología, Facultad de Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). file:///C:/Users/VICE-AFRICA/Downloads/99006-146961-1-PB.pdf.
  • Explorando Egipto (2018) Melero Pérez Sara. “Los anticonceptivos en el antiguo Egipto”. http://explorandoegipto.blogspot.com/2017/03/los-anticonceptivos-en-el-antiguo-egipto.html

Investigadora del Instituto de Investigaciones Estratégicas sobre África y su Diáspora.
Publicado: AISUR
 

 


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